11/23/2014

VII Teoría


VII Teoría
La verdad es que esta mujer, anciana y solitaria, derrochaba alegría mientras sonaba en la radio una canción de radio fórmula, que ella tarareaba con una ligera y personal interpretación. Estaba al tanto de las noticias, que llegaban hasta ella en un televisor de otro tiempo. (No quiso actualizarlo, no fuera a suceder que no supiera encenderlo.) Pero las noticias, las contemplaba como una telenovela, simples narraciones en una pantalla un tanto deslucida, que le proporcionaban una visión parcial del universo, no en su conjunto de relación causa-efecto, y, sobre todo, nunca como algo real, o que trascendiera más allá de lo anecdótico. Decía que le faltaban datos para poder tener una visión completa y auténtica.

- ¡Qué más da, hijo mío! ¡Si total, esto no va a ninguna parte! Son siempre las mismas cosas, con ligeros cambios en el tiempo. Hoy será esto, mañana aquello... Y..., ¿qué supone en tu vida diaria?. Nada...
- Habrá que estar al tanto de lo que pasa en el mundo, abuela...
- Sí, claro... Y si pasas un mes, un año..., sin ver las noticias..., y vuelves a retomarlas... ¿qué ocurriría? ¡Nada...! Seguiríamos igual... Todo continuaría igual... Nada habría cambiado... Tú, con tus cosas, yo, regando mis macetas, escuchando música... Y así, un verano, un otoño, un invierno...  Finalmente, otra primavera... Para llegar un año después, al mismo momento en que decidiste no saber nada del mundo. Pero, lo que tú haces, y puedes hacer en el mundo, o en tu mundo... ¡eso sí cuenta...!

- ¡A este le iba a dar yo buena, abuela...!- exclamé, mientras salía un Borbón por la pantalla.
- ¡Calla! ¡Calla!- me decía mientras apagaba la televisión, con la intención de que me relajara, y no soltara improperios antimonárquicos- ¡Que te pueden oír, y meterte en un lío, hijo mío...!
- Pero..., abuela..., ¡que eso era en otros tiempos...!
- ¡Ni otros tiempos, ni gaitas...! Quien siembra, recoge... Tú, sigue estudiando, porque hoy no veo que el “escribiente” haya avanzado mucho.

Se refería a mí, como “el escribiente”, dado que machacaba en folios, mis apuntes de Derecho Natural, una y otra vez, repitiéndolos, como si de su copia manuscrita diaria, fueran, de manera infusa. a adentrarse en mi mente.

- Tendré que rezar a San Judas, para que te ayude, como abogado de las cosas imposibles, porque lo que es aprobar... ¡Si estás todo el día escribiendo, y hablando...! Así..., no sé si aprobarás...- iba mascullando, conforme arrastra sus pies cansados, camino de la cocina.

- A ver, abuela..., ¿qué significa para ti eso de quien siembra recoge...? No termino de entenderlo... En cuanto a San Judas Tadeo... si no te he visto pisar una iglesia en los últimos 25 años... ¿me quieres decir cómo vas a rezar...?

Uno puede haber leído mucho, (creo haberlo dicho antes), pero ello no sirve para algunas cosas. Esta mujer, ya anciana, no había asimilado ese tipo de conocimientos por sus lecturas. A no ser que “Hola”, “Lecturas”, y “La Dama de las Camelias” más otras novelas del mismo estilo, den pistan del mecanicismo filosófico, y no nos hayamos enterado... Ella, acaso sin saberlo, estaba aceptando las leyes mecanicistas, apoyadas en el principio de causalidad, y no exentas de cierto determinismo. O, si uno lo prefiere, con sus pelos canosos, bien peinados, a Newton, Copernico, y Darwin... Todos ellos podrían apoyar la simpleza de causa-efecto.

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