9/03/2004

García Márquez

Aureliano no había sido más lúcido en ningún acto de su vida que cuando olvidó sus muertos y el dolor por sus muertos, y volvió a clavar las puertas y las ventanas con las crucetas de Fernanda para no dejarse perturbar por ninguna tentación del mundo, porque entonces sabía que en los pergaminos de Melquíades estaba escrito su destino.

"Cien años de soledad"
Gabriel García Márquez

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