Tras la triste noticia de la muerte de Juan Bautista
Topete, nuestra vista, inmediatamente se traslada a uno de sus
cuadros, colgado en la pared de casa. ¡Quién no tiene un cuadro de
Topete...! Estuvimos un rato admirando sus paisajes, y recordándole.
No puede haber mejor homenaje para este pintor, que contemplar sus
obras.
Leonardo da Vinci, recomendaba imitar a la
naturaleza: «Imita la naturaleza, y haz con tu pincel lo mismo que
el sol hace con las nubes al formar el arco iris, cuando los colores
caen suavemente uno junto a otro, sin ninguna rigidez en sus
límites». Su pintura es fruto de este precepto, una fusión con la
naturaleza. Siempre ha sabido tratar de captar la inagotable
armonía..., el aire, la luz, el movimiento... Incluso la música que
se desprende de un paisaje, la que acompañaría inevitablemente a
cada montaña, valle, o río. Por supuesto, todo ello se fue
adhiriendo, tras muchos años entre montañas, a su pintura, hasta
destilar un profundo respeto por el paisaje, subsumir la verdad de la
realidad, para ser igual de veraz en la ejecución de sus obras.
Siempre se ha declarado un pintor realista. Incluso defendía este
tipo de pintura, afirmando que el futuro del arte no perdería
posición, por seguir esa línea. El realismo es la posición
artística más antigua. Desde los orígenes del arte, todo artista
ha querido plasmar su realidad mediata. Aunque, como afirmaba Juan
Bautista Topete, sólo es posible una selección de la realidad, de
una parte de ella, dado que la carga subjetiva, los sentimientos que
evoca, y, sobre todo, la sensibilidad que posea el artista, hace que
sus obras sean, no fotografías, sino interpretaciones veraces, con
algo más, con un añadido espiritual, con carga emocional. La visita
a sus exposiciones era una peregrinación obligatoria, cada verano.
Contemplar sus obras, constituía verdaderas lecciones magistrales de
pintura, un manual de procedimientos pictóricos, aprender todo sobre
el óleo, acuarela, lápiz... Cada palabra que pronunciaba sobre
pintura, debía ser meticulosamente guardada en nuestra memoria, dado
que nos estaba regalando conocimientos, sobre todo, para quienes
nuestro mundo es el arte. Sutiles formas, meticuloso movimiento de su
pincel en el lienzo, transparencias imposibles... Tratamiento
impecable de los cielos, ríos, cascadas, bosques, nieve, nieblas...
Sobriedad en el color, un color transparente, etéreo a veces, junto
a una pincelada segura y firme, implacable, siempre en su sitio y sin
concesiones de ningún tipo. Nos deja el pintor, pero queda su obra,
haciéndolo inmortal. Topete se reencontrará con las montañas, y
paisajes que tanto amaba.
Guillermo Pérez Pérez
Crítico de Arte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario