VII Teoría
La verdad es
que esta mujer, anciana y solitaria, derrochaba alegría mientras sonaba en la
radio una canción de radio fórmula, que ella tarareaba con una ligera y
personal interpretación. Estaba al tanto de las noticias, que llegaban hasta
ella en un televisor de otro tiempo. (No quiso actualizarlo, no fuera a suceder
que no supiera encenderlo.) Pero las noticias, las contemplaba como una
telenovela, simples narraciones en una pantalla un tanto deslucida, que le
proporcionaban una visión parcial del universo, no en su conjunto de relación
causa-efecto, y, sobre todo, nunca como algo real, o que trascendiera más allá
de lo anecdótico. Decía que le faltaban datos para poder tener una visión
completa y auténtica.
- ¡Qué más da,
hijo mío! ¡Si total, esto no va a ninguna parte! Son siempre las mismas cosas,
con ligeros cambios en el tiempo. Hoy será esto, mañana aquello... Y..., ¿qué
supone en tu vida diaria?. Nada...
- Habrá que
estar al tanto de lo que pasa en el mundo, abuela...
- Sí, claro... Y
si pasas un mes, un año..., sin ver las noticias..., y vuelves a retomarlas...
¿qué ocurriría? ¡Nada...! Seguiríamos igual... Todo continuaría igual... Nada
habría cambiado... Tú, con tus cosas, yo, regando mis macetas, escuchando
música... Y así, un verano, un otoño, un invierno... Finalmente, otra primavera... Para llegar un año después, al
mismo momento en que decidiste no saber nada del mundo. Pero, lo que tú haces,
y puedes hacer en el mundo, o en tu mundo... ¡eso sí cuenta...!
- ¡A este le iba
a dar yo buena, abuela...!- exclamé, mientras salía un Borbón por la pantalla.
- ¡Calla!
¡Calla!- me decía mientras apagaba la televisión, con la intención de que me
relajara, y no soltara improperios antimonárquicos- ¡Que te pueden oír, y
meterte en un lío, hijo mío...!
- Pero...,
abuela..., ¡que eso era en otros tiempos...!
- ¡Ni otros
tiempos, ni gaitas...! Quien siembra, recoge... Tú, sigue estudiando, porque
hoy no veo que el “escribiente” haya avanzado mucho.
Se refería a mí,
como “el escribiente”, dado que machacaba en folios, mis apuntes de Derecho
Natural, una y otra vez, repitiéndolos, como si de su copia manuscrita diaria,
fueran, de manera infusa. a adentrarse en mi mente.
- Tendré que
rezar a San Judas, para que te ayude, como abogado de las cosas imposibles,
porque lo que es aprobar... ¡Si estás todo el día escribiendo, y hablando...!
Así..., no sé si aprobarás...- iba mascullando, conforme arrastra sus pies
cansados, camino de la cocina.
- A ver,
abuela..., ¿qué significa para ti eso de quien siembra recoge...? No termino de
entenderlo... En cuanto a San Judas Tadeo... si no te he visto pisar una
iglesia en los últimos 25 años... ¿me quieres decir cómo vas a rezar...?
Uno puede haber
leído mucho, (creo haberlo dicho antes), pero ello no sirve para algunas cosas.
Esta mujer, ya anciana, no había asimilado ese tipo de conocimientos por sus
lecturas. A no ser que “Hola”, “Lecturas”, y “La Dama de las Camelias” más
otras novelas del mismo estilo, den pistan del mecanicismo filosófico, y no nos
hayamos enterado... Ella, acaso sin saberlo, estaba aceptando las leyes
mecanicistas, apoyadas en el principio de causalidad, y no exentas de cierto
determinismo. O, si uno lo prefiere, con sus pelos canosos, bien peinados, a
Newton, Copernico, y Darwin... Todos ellos podrían apoyar la simpleza de
causa-efecto.