La teoría clásica de la economía establecía que la economía se autoregulaba. El capital y el trabajo tendían al pleno uso, sin control por parte de nadie. En definitiva, un mercado libre que por su propia inercia funcionara, y se equilibrara.
El Keynesianismo, sin embargo es una ruptura con estos postulados. La economía no alcanza ese equilibrio de forma normal, y menos, en tiempos de crisis. Por ello el keynesianismo, se centra en el análisis de las causas y consecuencias de las variaciones de la demanda agregada, y en su relación con el capital y el empleo.
Entendemos por demanda agregada, la cantidad de bienes y servicios que los habitantes, las empresas, las entidades públicas y el resto del mundo pueden consumir, a un determinado precio. Si suben los precios, la gente querrá comprar menos, y si bajan querrán comprar más. Oferta y demanda, en función de los precios.
El interés del keynesianismo era dotar a las instituciones de poder para controlar la economía en épocas de recesión o crisis. Todo ello, mediante el gasto presupuestario del Estado.
Si el año pasado, el Estado se preocupó en negar la evidencia, en negar la crisis. Este año, sin embargo, ha sido el año de combatir la crisis. Las bolsas están al alza, o lo parecen. Y es el momento de empezar a pedir cuentas a aquellos que ocasionaron la crisis, como a los que se han beneficiado de ella.
La interpretación más razonable de esta crisis es que la falta de control, o mejor dicho, de supervisión de los mercados condujo al desastre económico. Y cuando todo se va a pique, nos acordamos de los postulados del keynesianismo, y por tanto, del intervencionismo: Mercados controlados por el Estado, e inyecciones de dinero para salvar a lo que ocasionaron el desastre (bancos). Dinero que sale, por supuesto, generando un déficit a las arcas del Estado.
El neoliberalismo, o el que los mercados no tengan supervisión, se supone que era la superación del keynesianismo. Pero cuando las cosas tornan desastrosas, entonces no, entonces el keynesianismo en válido, para arreglar los platos rotos, y unas entidades financieras llorando a papá Estado. Enrique Gil Calvo, profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, alega al efecto Lampedusa: Es preciso que cambie todo, para que todo siga igual. Es lo que estamos viendo con estos efectos de control del mercado y de las entidades financieras. Se cambian las cosas, pero en el fondo, para que no cambie nada, para que todo siga igual. Para no aprender de los errores. Para perpetuarlos. Esa es la conclusión que se extrae del comportamiento de los Estados, y sobre todo, de nuestro Estado, de nuestro ejecutivo, de nuestro miserable gobierno. El profesor Gil Calvo, y cualquier hijo de vecino, con un poco de interés en la economía, se da cuenta que se privatizan los beneficios y se socializan las pérdidas. Por tanto, neoliberalismo para que unos se hagan ricos, y keynesianismo cuando éstos que se han hecho ricos, dejan de ganar dinero. El obrero, la clase media, el trabajador autónomo, y así sucesivamente todos los que no se han hecho ricos con el neoliberalismo, son los pagan los platos rotos, luego con el keynesianismo. El actual keynesianismo se basa en hipotecar el Estado, en créditos y más créditos, en deuda. Y por otra parte, en aumentar el gasto en defensa, para apoyar la demanda agregada. Como dice “La polla records”, y resulta que eran un grupo de cuatro “esgarramantas” de los años 80 y 90, que “cantaban” letras punk: VA MAL EL NEGOCIO, MANDA LA CABALLERÍA. No les faltaba razón en el año 84, cuando sus letras decían eso.
El keynesianismo se instaló en lo privado. Las empresas para aumentar la demanda agregada, lo que hace es endeudarse. Los bancos prestan dinero. Bajan los salarios, y los trabajadores tienen que volver a endeudarse con los bancos. Todos se endeudan por encima de sus posibilidades. De ahí, que las hipotecas basura hicieran su aparición: Créditos a personas con más riesgos, asalariados, pero poco seguros de su puesto y posición. La banca con estas medidas, no hizo más que animar la demanda agregada. Pero, al final todo explotó. Y el Estado tuvo que sacar el manual del keynesianismo más puro. Aunque, cada Estado lo ha aplicado a su manera. El nuestro premiando la avaricia, inyectando dinero a aquellos que menos se lo merecen: LOS BANCOS.
“Banqueros unos ladrones sin palancas, ni medias, políticos estafadores, juegan a vivir de ti. Fabricantes de armamento, eso es jeta de cemento. Delincuentes. Vosotros hacéis la ley.”
La polla records. “Salve” (1984).
Luego están las medidas del gobierno de nuestro país. Esto es ya para echarse a temblar. Subida del IVA, subida del IRPF. Al final, en lugar de poner las cosas en su sitio, que limpien los trapos sucios el obrero, el asalariado, la clase media, todo aquellos que, repito, no se hacen, ni se harán de oro cuando las cosas vayan bien otra vez.
Como las crisis son cíclicas, cuando todo no haya cambiado nada, después de los cambios, todo volverá a su cauce...tranquilidad y hasta otra.
Gracias al profesor Enrique Gil Calvo por sus apuntes en "El país", de los cuales me he tomado la libertad de reinterpretar, añadir mis propias conclusiones y algunos insultos, así como nombres propios y dedos apuntadores de los culpables.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
pues me ha gustado muchísimoel gusto que tienes y lo bien que redactas la hipocresía autoritaria que estamos viviendo. Solaris, feliz año. y recuerda. Si tocan tango, baila tango. un abrazo mamon.
Publicar un comentario